Un hipster salió de la tienda de infusiones donde trabajaba. Vestía una agujereada camiseta de algodón con cuello de pico que mostraba el tatuaje de su pecho, unas gafas de pasta de color verde y cristales azules. Tenía su cámara de fotos de doble lente analógica Lomo Lubitel 166B y la necesidad vital de usar un carrete Rollei Infrared y tres carretes Lomography Earlygrey de blanco y negro.
Hoy había comido una ensalada de verduras crudas sin aliñar. Si tuviese nutricionista sería motivo de reprimenda. Pero era uno de esos sacrificios de los que estaba orgulloso. Le posicionaba en la sociedad como alguien diferente.
Una pareja de turistas japoneses le tomaba fotos desde la terraza de un VIPS.
Tenía una urgente necesidad de aprender un viejo lenguaje de programación usando un ordenador clásico. Pensaba en la combinación COBOL-Apple Clamshell iBook naranja. Quedaría tope diferente programando en un banco de la madrileña calle Fuencarral.